La guardería era básicamente una necesidad educativa y social que ni el poder autonómico ni el central cubrían y que nosotros no queríamos dejar en absoluto en manos privadas porque era dejar al zorro al cuidado de las gallinas.  

Construimos una guardería con capacidad para 60 alumnos, la dotamos de comedor, de dormitorio y de sala de juegos para que los niños, junto con el personal educativo, pudieran educarse mientras se divertían.  

Desde el punto de vista educativo era evidente que había una laguna entre los niños de 2-3 años y la E.G.B., un salto que luego los niños notaban en su adaptación al grupo así como en las herramientas culturales mínimas pero necesarias que les permitieran abordar la nueva etapa educativa con unas mínimas garantías. La guardería vino a cubrir este hueco.  

Desde el punto de vista social, la mayoría de las madres trabajan en el campo, son jornaleras que tienen que aprovechar la época de las cosechas como la recogida de la aceituna, la siembra del pimiento, la fabricación y recogida de habas, que les mantiene en sus trabajos hasta media tarde. Mucha de estas madres no podían ir a trabajar porque no tenían con quien dejar a sus hijos/as. La guardería cubría este segundo objetivo.